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El genio de Leonardo

Un hombre que marcó la historia por su genialidad y sus grandes dotes.

Autorretrato de LeonardoLeonardo da Vinci (1452-1519)

Nacido en la Toscana, región al norte de Roma, en la villa de Vinci. Era hijo natural de Caterina, una campesina que se casó con un artesano y notario de la Señoría o gobierno de la ciudad de Florencia llamado Ser Piero. Desde muy joven el pequeño Leonardo se vio dotado de un talento y una curiosidad extraordinarios para su edad y época, además de poseer un enorme talento para varias disciplinas, sobre todo el dibujo.
Su padre se dio cuenta de las dotes que mostraba el pequeño Leonardo, así que confió su educación a partir de los catorce años a un maestro del arte en Florencia como Andrea del Verrocchio, que le instruyó durante seis años en los secretos de la escultura, la pintura, así como en las técnicas y mecánicas de la creación artística y otros saberes. También aprovechó su estancia en la ciudad de los Médici para aprender anatomía, griego y latín de otro maestro, Antonio Pollauiolo. A los veiente años ya estaba inscrito en el registro de pintores de Florencia y a esta época inicial pertenecen algunas de sus grandes obras pictóricas como La Anunciación y el Retrato de Ginebra Benci. En pocos años superó a su maestro al dominar con exquisita clarividencia la técnica de la pintura al óleo.

Sin embargo, Florencia se le quedaba pequeña a este incipiente genio en crecimiento y no tardó Leonardo en buscar nuevos horizontes más allá de su lugar de origen. Así que en 1482 se traslada a la poderosa ciudad y Señoría de Milán, ofreciéndose como arquitecto, ingeniero militar, pintor y escultor a una de las personalidades más destacadas de la sociedad milanesa de la época, Ludovico el Moro; a la sazón ricohombre y e integrante de la nobleza de la ciudad. Asistimos a los años de pleno desarrollo de Leonardo, época en la que madura decididamente en su personalidad creativa en proyectos de todo tipo: hidráulicos y de ingeniería, en arquitectura y produciendo esculturas y pinturas diversas. Fue entonces cuando comenzó sus apuntes para una ciencia de la pintura, se ejercitó en la ejecución y fabricación de laúdes, instrumentos musicales de la época; llevó a cabo proyectos de espaciosas villas para los ricos nobles de la ciudad; realizó planos para canalizaciones de ríos, y diseñó ingeniosos sistemas de defensa ante la artillería enemiga. Leonardo da Vinci sentó entonces las bases de lo que serían, a partir de 1490, sus futuros tratados que incluyen trabajos sobre pintura, arquitectura, mecánica, anatomía, geografía, botánica, hidráulica, aerodinámica y muchas otras ciencias y disciplinas. Una curiosa mezcla armónica y sin conflictos entre el arte y la ciencia, típico de un humanista del Renacimiento como era él, prototipo indiscutible de dicho ideal. Esta labor ingente de producción en todos los campos, y su difusión en el mundo humanista de aquella época milanesa le procuró una escuela de seguidores que él mismo no pretendía, no quería tener discípulos, pero en su taller trabajaba un grupo de fieles aprendices como Giovanni Boltraffio, Ambrosio de Predis y Salai, entre otros, difusores posteriores de la obra del maestro. También estaban presentes en esa escuela Luini y Solario, los españoles Hernando Llanos y Hernán Yáñez de la Almedia, éstos últimos fueron los primeros en difundir las ideas y obra del maestro fuera de Italia.

La Virgen de las rocasTambién en Milán ejecuta da Vinci algunas de sus grandes obras pictóricas, entre las que destaca el encargo recibido para la iglesia de San Francisco, La virgen de las rocas, que tardó veinte años en pintar.

Pero bien conocida es la obra cumbre que le consagró como gran maestro de la pintura, la famosísima La última cena, mural que se convertiría en un célebre icono cristiano y en objeto de peregrinación y admiración para artistas europeos.

Tras veinte fructíferos años en Milán, el maestro decidió volver a la cuna que le vio nacer, Florencia; aunque pasando antes por la ciudad de los canales, Venecia, que estaba en aquel momento acosada y agobiada por los embates y cercanía de los ejércitos y armada turcos. Allí es contratado como ingeniero militar, trabajando a las órdenes del dux Alejandro VI hasta que sus capitanes se sublevaron, su padre fue envenenado y él mismo cayó enfermo. A sus numerosos bocetos de artefactos militares se le añadió la virtud más importante de seguir pintando, llegando a realizar algunas de sus más famosas pinturas como La Gioconda y Baco.

Leonardo era entonces un hombre famoso en toda Italia, conocido por sus obras de arte y sus inventos. Y eran éstos, sus inventos y su ciencia lo que interesaba cada vez más al célebre creador. Mientras otros pintores trabajaban incansablemente con el pincel, él dedicaba cada vez más tiempo a los estudios científicos. Asistía a disecciones de cadáveres para así aprender y aumentar sus conocimientos del cuerpo humano, hacía observaciones del vuelo de los pájaros convencido de que el ser humano también sería capaz algún día de elevarse del suelo y surcar los aires. Algunos de sus apuntes y bocetos al respecto han sido interpretados por estudiosos como claros precursores del moderno helicóptero. Con la idea fija y propósito firme de finalizar en 1510 su tratado de anatomía, trabajó junto ala más célebre anatomista de la época, Marcantonio della Torre, en la descripción de órganos y en el estudio de la fisiología humana.

Su gran sensibilidad y percepción, su capacidad y curiosidad por captar y observarlo todo le llevó a perseguir la conjunción perfecta entre arte y ciencia dentro del cosmos, por lo que además estudió profundamente las matemáticas, óptica, mecánica, geología, botánica y todas las ciencias y disciplinas imaginables. Llevaba a cabo una intensa labor de investigación para dar bases teóricas a sus teorías y planeaba realizar publicaciones sobre todos sus estudios. Pero nada llegó a publicarse y su obra permaneció ignorada hasta la edición de sus manuscritos. Concibió una cosmología completa, asociando el cielo y la tierra en las plasmaciones de un universo animado por la luz irradiante, así como por la incesante lucha de los elementos.

La Última CenaEn 1513 se trasladó a Roma, donde vivió una etapa de tranquilidad con un sueldo digno y sin grandes obligaciones. La paz del Vaticano le dejaba tiempo para sus estudios y dibujos de mapas, además de la proyección de una gran residencia para los Médicis en Florencia. Trabó amistad con el arquitecto Bramante y aprovechó sus años de estancia en Roma para dedicarse a lo que realmente le interesaba: la investigación. Sin embargo, la muerte de su protector Giuliano de Médicis, obligó a Leonardo a trasladarse a Francia, entrando al servicio del rey Francisco I como primer arquitecto, mecánico y pintor. Agotó los últimos años de su vida como un miembro más de la realeza francesa mientras trabajaba en sus proyectos científicos.

La antigua inquebrantable salud del genio se vio afectada en 1517 con la parálisis de su brazo derecho, muriendo dos años más tarde, el 2 de mayo de 1519 en el castillo de Cloux, cerca de la ciudad francesa de Amboise. Su testamento legó a uno de sus discípulos todos sus libros, manuscritos y dibujos, que éste se encargó de llevar a Italia. Gran parte de ese legado permanece hoy en día en diferentes museos de Londres, Milán, Roma y Madrid, aunque mucho de su obra se ha perdido para siempre.

Así fue Leonardo da Vinci, considerado hoy en día como un auténtico sabio a cuya perspicacia no se le escapó prácticamente nada. Tras bucear en la historia de la ciencia, podremos comprobar que muchos de los inventos e investigaciones efectuadas por el ser humano a lo largo de los siglos, las respuestas a muchos enigmas y cosas de interés los encontramos en los bocetos y cuadernos de apuntes de este genio.

Leonardo da Vinci fue, ante todo, un hombre que nació curioso y murió con las mismas ganas de aprender de su infancia.

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